lunes, 16 de julio de 2007

Manos


Pelotari en el tren de cercanías.

Cuando he subido al tren hemos cruzado una mirada fugaz. Por lo demás, no ha vuelto a reparar en mi presencia. Yo, me he sentado tres asientos delante de él, y sin que se diera cuenta, he estado fotografiando todo su ritual de vendarse las manos con esparadrapo, para después poder jugar a la pelota valenciana. Nunca había tenido la posibilidad de contemplar algo así. Él estaba completamente abstraído como si lo estuviera haciendo en privado, y no en un repleto vagón de un tren de cercanías. Me ha parecido muy curioso, y hermoso a la vez.


Mi trayecto en tren dura unos treinta minutos, y él, ya estaba dentro cuando he subido, asi que, ya llevaba un tiempo cortando esparadrapo, gasas, y algodón, y pegándolas en sus manos. Ha continuado todo el trayecto vendándose. Muy despacito. Con sumo cuidado. Con gran atención. Acariciando y apretando el esparadrapo para que se sujetara bien. Todo lo contrario a lo que iba a ser el juego que iban a prácticar después esas manos. La belleza de sus sigilosos movimientos, casi etéreos, parecían aún más delicados porque eran las cinco y media de la tarde, y la luz que entraba por el ventanal del vagón iluminaba sus manos de una forma muy especial. Sus brazos, sus pantalones blancos y los huecos de sus manos aún sin vendar brillaban, adquirían el color de la miel, y refulgían iluminando el vagón entero. Y mientras hacía las fotos, en silencio, he recordado, cómo entraba la luz de la misma forma, en invierno, después de comer, en casa de tus padres, me he acordado del sol derramado sobre tu nuez, sobre toda tu piel. Y también, he recordado, con un leve escalofrío, lo lentamente, y con la gran atención con la que siempre me acariciabas
Como el pelotari con sus manos.


Ah, he aprobado las oposiciones...

Escucho: The Jesus and mary chain_ like just honey.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y de algún modo el delicado modo que has tenido de narrarlo conecta con la belleza no visible de todo ritual. A mí me encantan los rituales previos a alguna actividad, incluso los aparentemente triviales como el de afeitarse. Hoy día ha perdido su mística pero recuerdo que mi abuelo se afeitaba a navaja y el hacerlo suponía un ritual exhaustivo en el que todo tenía un tiempo. Afilar la cuchilla, humedecer la brocha para que absorviese la mayor cantidad posible de jabón, que éste estuviese adecuadamente cremoso, incluso el lugar y dirección del primer corte tenía razón de ser...

Anónimo dijo...

Y de algún modo el delicado modo que has tenido de narrarlo Redundante afirmación. Cosas que ocurren al escribir de madrugada y corregir sobre la marcha. Quise decir: Y de alguna forma el delicado modo...

De paso ignora ese absorviese e imagina que lo adorna una B de burro. Lázaro Carreter castigará adecuadamente tan absurdos lapsus.